viernes, 29 de julio de 2011

Toca pagar (lo del "gratis total" se va a acabar).


Foto con licencia Creative Commons, cortesía de Matt Smith-Tubbs, on Flickr

Tal vez conoces la historia de la Lutine Bell, la famosa campana instalada en la sede de la aseguradora londinense Lloyds que sonaba dos veces para anunciar el hundimiento de un barco ... y que tocaba pagar el siniestro, sonido que llegaba nítido a los despachos de los actuarios, directivos e inversores.

¿Profesional de la Consultoría y la Formación? Entonces seguro que también te suena esto.

Detectamos o nos plantean una necesidad concreta en una empresa, un grupo de personas o en un sector empresarial que provoca falta de competitividad, empleabilidad o afecta directamente a la supervivencia de una empresa. Una situación o un conjunto de problemas que podemos abordar y ayudar a enfocar adecuadamente con una acción de consultoría, de formación o ambas a la vez.

El proyecto se estudia y da lugar a una propuesta concreta, un plan de acción. Se califica como oportuno y necesario. Interesa. Adelante.

Y entonces surge la razón de ser: “... vamos a ver si nos lo subvencionan...”. Y empieza el proceso. Pronto, el objetivo prioritario ya no será el que justificó el diseño del plan de actuación sino conseguir el dinero de la subvención. Empezará a gastarse energía, tiempo y recursos – es decir, mucho dinero – por parte de las personas involucradas: ¿alguien ha contado el número de veces que un Técnico de la Administración responde a la pregunta sobre “… cómo va lo de la subvención…? Hasta llegar al final. Si es feliz, no existe garantía de que todas las personas y empresas originalmente interesadas vayan a participar: quizás alguna pyme ya no exista. Ni de que quienes lo hagan respondan al perfil adecuado, de que su situación e intereses coincidan con los requerimientos que dieron lugar al nacimiento de la acción subvencionada.

Si el final no es el esperado, como profesional te has encontrado tantas veces con lo de “… no vamos a hacerlo porque no nos han aprobado la subvención…”.

Hemos vivido instalados en la cultura de la subvención, del subsidio, del “tendría que ser gratis”. Vamos a urgencias cinco días después del acceso de tos, en lugar de acudir con cita al servicio de atención primaria, y si permanecemos más de 30’ esperando, enseguida se oye “… es que tendrían que poner más médicos y enfermeras…”. El copago va a ser doloroso.

Es un tema cultural muy nuestro que no les hace ninguna gracia a los países de la UE que llevan tiempo poniendo dinero. Hasta aquí hemos llegado.

También de nuestro acervo cultural forma parte el esperar en casa la llegada, a las 13,50, del técnico del frigorífico que prometió acudir a las 10,00, pagarle 40 € en concepto de desplazamiento y de 25 a 40 € por media hora o fracción de trabajo para cambiarnos un termostato (68 €), una pieza cuyo coste es de poco más de 5 €, que hará que el frigo vuelva a hacer lo mismo que hacía antes, no algo nuevo y mejor. O bien le abonamos, al servicio de chapa y pintura del concesionario, entre 40 y 70 € la hora – materiales empleados y piezas aparte, claro – para que tras los martillazos y capas de pintura la chapa recobre su forma y estética original.

¿Y qué esperamos del consultor, del docente? Que le dé a un grupo de personas (en formación suelen ser 15 de media) los martillazos necesarios en su sistema cognitivo para conseguir que hagan cosas nuevas, mejores, como cambiar estrategias, modelos de negocio o la forma en que hacen dirigen, motivan y hacen crecer a las personas a su alrededor, para que a su vez sean más eficientes y felices. ¡Qué buena idea! ¿Y si nos lo subvencionan?

En los próximos meses los Técnicos de las Administraciones seguirán recibiendo decenas de miles de solicitudes. Lo malo es que ahora hay mucho menos dinero y el reparto va a deparar grandes desilusiones. Habrá por tanto que tener las ideas claras. Anticiparse a los problemas y aprovechar las oportunidades, a través del consejo, la ayuda y la formación práctica de los expertos. ¿Caro? Haga números: los 40 € mínimo del taller de chapa (mis sinceros respetos para estos profesionales) x 15 alumnos x 50 horas suman 30.000 €, una fortuna, mucho más de lo que se necesita para implementar una acción formativa rigurosa, orientada a resultados.

Sinceramente, ¿no es suicida condicionar los cambios necesarios, el reciclaje continuo, el crecimiento en competencias y la transformación de las personas a una subvención? Todo el mundo habla de que la formación es una palanca clave para salir adelante y cada año el informe PISA genera miles de artículos y lamentos, pero, ¿valora realmente la formación este país?

Sí, toca pagar, y mejor no esperar a que, como en la sede londinense de Lloyds, suene dos veces la campana.


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